Corría el año 2000, y un humilde equipo de fútbol reducido nacía bajo el seudónimo de “OjoConNosotros”, que llegaba a la final del torneo de ingresantes de una reconocida casa de estudios de la ciudad de las diagonales.
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En esa final, el arquero rival fue una de las figuras de aquel equipo, del que no recuerdo el nombre, pero que sin dudas quedara grabado en mi memoria. Era Juan Manuel Colla, que demostraba enormes destrezas y cualidades técnicas bajo los tres palos. En ese momento, lo odié mucho, siempre futbolísticamente hablando, porque no le podíamos hacer un gol. El resultado final marcó la diferencia, y él junto a sus compañeros se coronaron campeones. Nada que decir.
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Con el tiempo nació nuestra amistad, y se armó aquel mismo equipo en otro campeonato “en cancha de 9…” y ahí el primero que ocupó los tres palos fue Juancito. Gran equipo aquel. Hasta que llegó el día en el cual nos confesó que no quería atajar más, porque quería jugar; sus deseos fueron ordenes, y orden fue el que empezó a imponer, y desde la cueva se adueñó de la ultima línea, de lo que hoy conocemos como Furano FC, del que Colla es símbolo y fundador.
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Todo esto es un breve repaso, para contar lo que sucedió el último sábado. No teníamos a Nico para cubrir el arco, y quien sino Juan (no podía ser otro) se puso el buzo naranja y dijo: “Atajo yo”.
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Y fue así, se preparó como en las viejas épocas, estuvo apunto de atajar un penal, sacó pelotas imposibles y hasta se sonrojó cuando un rumor atravesó el campo de juego, y le puso la piel de gallina a más de uno: “esas manos son las de siempre, no se olvidaron…”.